lunes, 10 de septiembre de 2007

Resumen de "Agustín y la filosofía cristiana"

Seminario de San Agustín
Agustín y la filosofía cristiana

En una de sus obras polémicas Agustín pregunta “¿puede el paganismo producir alguna filosofía mejor que nuestra filosofía cristiana, la única verdadera, si por esa palabra entendemos la búsqueda y el amor de la sabiduría?” El uso del concepto “filosofía cristiana” constituye una rareza terminológica en nuestros días, pues ha cambiado el uso de la palabra “filosofía”.

Para la concepción moderna de “filosofía” choca que Agustín la coloque en una relación tan estrecha con la religión, con la fe en una revelación divina y toda una manera de vivir. Esto ocurre porque solo podría darse sobre la base de una de dos suposiciones: 1) El cristianismo es identificable con un conjunto de posiciones intelectuales de un tipo que podemos llamar, en algún sentido “filosóficas”, o bien 2) Si no es posible identificar de tal modo el cristianismo con la actividad intelectual, en todo caso está vinculado con alguna forma especial de esta actividad intelectual, algún conjunto especial de posiciones intelectuales que permite hablar con sentido de una “filosofía cristiana”. Ahora bien, no necesitamos considerar la primera de estas suposiciones, ya que nunca se ha sostenido una forma tan extrema de intelectualismo. La dificultad con la segunda suposición es de carácter empírico, histórico, si existe tal “filosofía cristiana” ¿cómo es posible que los pensadores cristianos hayan podido combinar su cristianismo con puntos de vista filosóficos tan variados, como ha sucedido de hecho en el curso de la Historia? En el sentido moderno, en resumen, no tiene sentido hablar de una “filosofía cristiana”, pero es necesario saber qué quería decir Agustín y cuál era la concepción subyacente de “filosofía”.

La concepción de “filosofía” de la época de Agustín no era una sabiduría puramente teórica, sino que abarca todo lo que es de interés supremo para el Hombre. Como la filosofía abarca lo que al Hombre le interesa, el enfoque principal de la filosofía de esa época, no era tanto la pregunta por el Ser, sino señalar el camino hacia la felicidad. El mismo Agustín advierte “El Hombre no tiene ninguna razón para filosofar como no sea alcanzar la felicidad”. En esa época se concebía que todas las escuelas filosóficas se dedicaban a describir un camino para la felicidad, por eso para Agustín el camino descrito en la Biblia, por Dios mismo, se alzaría como Verdad Suprema.

La búsqueda de la felicidad suponía la búsqueda del conocimiento, pues para lograr la felicidad, no sólo es necesario saber dónde se la puede encontrar, sino también cómo se la puede alcanzar. Pero ésta búsqueda de conocimiento sólo es un elemento de la búsqueda de la sabiduría en la “philosophia”, tal como lo entienden Agustín y sus contemporáneos. Después de su conversión, Agustín aceptó el cristianismo como único camino hacia la felicidad y, por lo tanto, como la única “filosofía” verdadera.

Según Agustín, lo que distingue al cristianismo de la enseñanza de los filósofos que él conoce, sobre todo de los neoplatónicos, no es una diferencia en sus concepciones acerca del mundo, del Hombre y hasta de Dios, pues piensa que el neoplatonismo y el cristianismo convergen en lo que concierne a sus respectivos modos de ver el mundo. Lo que no encuentra en las obrad de los paganos es mención de Jesucristo o de su vida, su muerte y resurrección; en pocas palabras, de los sucesos que constituyen para él, como para la iglesia cristiana, el núcleo del mensaje de la Iglesia acerca de la redención del Hombre.

La diferencia, pues, no reside en el ámbito de la teoría, la especulación o la reflexión, sino en el ámbito de la Historia. De este modo las creencias cristianas, que en su núcleo son “históricas” caen fuera del método abstracto y general adecuado para el pensamiento filosófico. Éste se ocupa de la verdad intemporal, mientras que los temas básicos de la fe cristiana, como la resurrección, pertenecen a un reino en el que la indagación filosófica está fuera del lugar, al “curso de las cosas cambiantes y la trama de la historia temporal”. Pero esto que cae fuera del alcance de la filosofía era vital para la “filosofía cristiana”.

En la fe y práctica cristianas había hallado el único camino, absolutamente suficiente, hacia la beatitud; de este modo la pregunta resulta obvia y natural “¿qué necesidad hay de realizar un ulterior esfuerzo de reflexión y especulación?”, ¿no sería la filosofía, en el mejor de los casos, un lujo superfluo que un cristiano no necesita?, es aquí donde Agustín revela su verdadero genio y profundidad de pensamiento.

La posesión de una mente racional es lo que distingue al Hombre de las bestias, las actividades propias de la mente son, pues, distintivas y esencialmente humanas. La observación, la memoria, el lenguaje, la vida social ordenada, etc. El más elevado de estos funcionamientos es el poder de pensamiento y de juicio, porque éste regula el ejercicio de todas las otras funciones distintivamente humanas. Ahora bien, aunque todas las tendencias y todos los impulsos humanos buscan su satisfacción, la beatitud consiste en su satisfacción equilibrada de acuerdo con el orden de la razón. En el estado de beatitud, pues, se satisfacen todas las facultades del Hombre, pero la beatitud consiste sobre todo en la completa satisfacción de las facultades racionales del Hombre.

Es central al pensamiento de Agustín el carácter radicalmente intelectual de esta autorrealización completa del Hombre a la que llama beatitud. En la medida en que este objetivo de la vida humana es una autorrealización intelectual, el progreso hacia tal fin es un progreso en el conocimiento y en la comprensión.

Hemos visto que una filosofía cristiana, tal como la concebía Agustín, era una tarea aún menos puramente teórica que otros tipos de filosofía, pues la diferencia esencial entre ella y todas las variadas escuelas de la filosofía antigua residía en que se basaba en una revelación histórica de la acción divina. Esta revelación era considerada primordialmente, no como un cuerpo de enseñanza, sino como un registro de lo que Dios había hecho; el registro de estos hechos estaba contenido en la Biblia, mientras que los credos de la iglesia contenían una especie de resumen de este registro. Como consecuencia de esto, el ámbito de la filosofía de Agustín es lo que nosotros llamaríamos “filosofía” y “teología” respectivamente.

La razón por la cual, para Agustín, la fe sola no podía desempeñar la función de una “filosofía cristiana” era el carácter incompleto y rudimentario de la fe. Creer, según la definición de Agustín, es “pensar con asentimiento”. Es un asentimiento a algo que no tiene plena claridad racional, que carece de pruebas que den a este asentimiento un carácter plenamente intelectual, dicho de otro modo, la creencia carece de la claridad y coherencia racionales de los enunciados basados en los hechos o inferencias realizadas a partir de otros enunciados.

La función de la fe, en la “filosofía cristiana” de Agustín, es simplemente servir como comienzo, para poner al sujeto en el camino correcto de la búsqueda de la comprensión, la fe es solamente el primer paso. Es punto de partida de todo progreso en la comprensión y la puerta de entrada a la verdad: “La comprensión es la recompensa de la fe. Por lo tanto, no tratéis de comprender para poder creer, sino creer para poder comprender.

La fe es anterior a la razón en cuanto que la fe sin la razón es impotente para alcanzar su objeto, la felicidad. Pero a la vez es inferior a la razón en cuanto la fe es un asentimiento ciego, mientras que la comprensión racional es una especie de visión, una captación intelectual que penetra en la naturaleza de su objeto de una manera que se le niega a la mera fe. Por ende, contentarse con la mera fe equivalía, para Agustín, a una decisiva mutilación de la racionalidad humana.

En su obra De doctrina Christiana Agustín esboza un programa de cultura cristiana en el cual todas las diversas ramas de la ciencia y el saber deben ser utilizadas para sustentar los datos de la fe cristiana, tal como está contenida en la Biblia. Buena parte de esta labor, como la llevó Agustín, es algo ingenua y se halla circunscrita, ciertamente, por las limitaciones de la cultura literaria y retórica que compartía con sus contemporáneos. Pero, en principio, le permitió a Agustín afirmar que la filosofía desempeña un papel importante en el intento por lograr una comprensión más profunda del contenido de la fe.

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